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Las estrategias dietéticas, como el ayuno intermitente, podrían formar parte de los tratamientos contra el cáncer

26.10.2022

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Los participantes en el Congreso sobre Dieta y Cáncer del CNIO. / A. Tabernero


Un congreso sobre dieta y cáncer reúne en el CNIO a líderes internacionales en esta área, que investiga desde el impacto de la obesidad y de alimentos como la carne y el alcohol, hasta la importancia del momento del día en que se toman

“Hoy está claro que los hábitos de nutrición están detrás de muchos de los tipos tumorales más frecuentes, sobre todo los gastrointestinales y los de mama o próstata, dependientes de hormonas”, afirman Marcos Malumbres y Nabil Djouder, investigadores del CNIO

“Llevamos años estudiando estrategias que imitan el ayuno para combatir el cáncer, con buenos resultado; pasamos ahora a la fase en que los oncólogos empiezan a considerar su uso combinado con las terapias estándar”, dice Valter Longo, pionero en esta área

Los investigadores atribuyen a la dieta un papel cada vez más importante en el desarrollo del cáncer, e incluso exploran lo que se considera un “cambio de paradigma”: actuar sobre la nutrición “no solo para prevenir el cáncer, sino como intervención terapéutica”, afirman Marcos Malumbres y Nabil Djouder, investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) y organizadores del congreso internacional sobre dieta y cáncer que se celebra esta semana en el CNIO en colaboración con la Fundación La Caixa.

No se trata de curar el cáncer con la dieta, sino de complementar el tratamiento con estrategias nutricionales precisas. Como afirman Djouder y Malumbres, “es muy posible que a los tratamientos estándar contra el cáncer se vayan incorporando nuevas terapias basadas en la nutrición”.

Una de las que en este momento más atrae la atención de los investigadores es el ayuno intermitente, tratado en el congreso por Rafael de Cabo (National Institutes of Health, EEUU) y Valter Longo (Institute of Molecular Oncology, Italia; Longevity Institute, University of Southern California, EEUU).

“Llevamos años estudiando estrategias que imitan el ayuno para combatir el cáncer, con buenos resultados; pasamos ahora a la fase en que los oncólogos empiezan a considerar su uso combinado con las terapias estándar”, dice Longo. “Lo interesante es que parece funcionar con cánceres muy diferentes y en combinación con terapias distintas. Así que es un abordaje muy prometedor”.

‘La dieta de la longevidad’

Ya en su libro La dieta de la Longevidad Longo aboga por el uso del ayuno intermitente tanto en la prevención de la enfermedad, como para complementar terapias contra el cáncer.

La investigación ya está aclarando qué pasa en las células durante el ayuno, y por qué esto puede ayudar a frenar los tumores. “Las células tumorales no saben parar su ciclo, están continuamente funcionando; las células sanas, en cambio, si les cortas la energía interrumpen automáticamente todos los procesos de división”, explica De Cabo. Como la quimioterapia se dirige sobre todo a las células que sí están proliferando, si se administra cuando el paciente está en ayunas su toxicidad afectará sobre todo a las células tumorales, y se puede incluso aumentar la dosis.

Alejo Efeyán, jefe del Grupo de Metabolismo y Señalización Celular del CNIO, también subraya el potencial terapéutico de la alimentación: “La dieta, y los genes que se activan el exceso de ingesta y la obesidad, están íntimamente relacionados con el cáncer. Podemos intentar tratar y prevenir el cáncer mediante estrategias nutrifarmacológicas, alterando la dieta y las funciones de los genes asociados. Pero aún tenemos mucho que aprender para hacerlo de manera efectiva”.

La observación de poblaciones humanas longevas y con baja incidencia de cáncer; los estudios con modelos animales para entender qué pasa a escala molecular; y los ensayos clínicos muy controlados son el tipo de estudios que han demostrado, a lo largo de los años, la estrecha relación entre dieta y cáncer.

Cómo una mala dieta puede contribuir al cáncer

“El organismo dedica un gran esfuerzo metabólico a procesar los nutrientes y almacenar los productos derivados, de los que obtenemos la energía”, explican Djouder y Malumbres. “Alterar este proceso, o forzarlo en la dirección errónea durante años y años, provoca situaciones de estrés en las células que favorecen el que algunas se vuelvan pro-tumorales y, quizás junto con otros factores, contribuyan al desarrollo de un tumor”.

Por eso, según estos investigadores, “para la mayor parte de la población, los hábitos de vida como la nutrición pesan en general más que los factores genéticos, al menos en las sociedades modernas. Hoy está claro que los hábitos de nutrición están detrás de muchos de los tipos tumorales más frecuentes, sobre todo los gastrointestinales y los de mama o próstata, dependientes de hormonas”.

Obesidad perjudicial

Una de las recomendaciones en que el acuerdo es pleno se refiere a que la obesidad afecta negativamente al cáncer. Los investigadores no señalan como pernicioso a ningún nutriente concreto, sino en general a consumo excesivo de cualquier grupo de alimentos: “En las sociedades modernas hay ejemplos de excesos para todos ellos: carbohidratos -el exceso más común-, grasas y proteínas”, señalan los organizadores.

En cuanto a la mejor dieta para prevenir el cáncer, la recomendación es: alimentación rica en fruta, verdura y legumbres, y pobre en grasas y carnes rojas, alimentos procesados y alcohol.

Lo que no se entiende en profundidad es el porqué de estos hechos. Por ejemplo, la carne roja: “estadísticamente, su consumo se correlaciona con el cáncer; pero lo difícil es saber la razón, si tiene que ver con los aminoácidos, las hormonas o los parásitos”.

Cuidar el microbioma

Otra área de máximo interés es el microbioma, la población de microirganismos que puebla literalmente todo nuestro organismo.  Yasmine Belkaid (National Institute of Allergy and Infectious Diseases, National Institute of Health, EEUU), pionera en su estudio, señala el papel del microbioma en la inflamación, y su influencia en el cáncer a través de este fenómeno.

“Nuestra alimentación influye en la composición y diversidad de la microbiota intestinal, la llamada flora intestinal, que puede cambiar con alimentos específicos”, apunta Djouder. “Las alteraciones en la flora intestinal pueden provocar una inflamación general o la producción de metabolitos perjudiciales, que impactan sobre el desarrollo de muchas enfermedades, incluyendo cáncer”.

Pero definir una ¨buena dieta¨ para una microbiota sana “es complicado”, añade. Como recomendación general, “una dieta variada puede constituir una medicina básica para mantener el buen funcionamiento de la flor intestinal”.

Hábitos nutricionales y cáncer

En el congreso se aborda el problema también a escala poblacional. Marina Pollán (Centro Nacional de Epidemiología, ISCIII), Nuria Malats (CNIO), y Aurora Pérez Cornago (University of Oxford, Reino Unido) hablarán de los estudios que correlacionan hábitos de vida, incluida la nutrición, y el cáncer. Malats, experta en cáncer de páncreas, se centra “en la compleja relación entre diabetes y obesidad y cáncer de páncreas, y cómo la genética y el microbioma pueden explicar parte de esta asociación”.

Otros participantes son Tak Mak (Princess Margaret Cancer Centre, UHN, Toronto); Rubén Nogueiras (Universidad de Santiago de Compostela); Lluis Fajas (Center for Integrative Genomics, Suiza); Matthew Vander Heiden (Koch Institute for Integrative Cancer Research, MIT, EEUU); Karen Vousden (The Francis Crick Institute, Londres); y M. Celeste Simon (Abramson Family Cancer Research Institute, University of Pennsylvania, EEUU).

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