Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.
David Nogués-Bravo en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), en Madrid. / A. Tabernero. CNIO
Este experto acaba de participar en el IV Seminario sobre Filosofía y Ciencia del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), organizado con la colaboración de la Fundación Banco Sabadell
“Tenemos que ser conscientes de que el cambio climático implica riesgos para la salud humana”
“Estamos invadiendo y eliminando los hábitats de los animales, y al hacerlo nos exponemos a sus virus”
“El clima de Madrid en 2050 se parecerá al de Marrakech hoy, y el de Londres, al de Barcelona”
“La crisis más grave de todas –más que la covid, más que la recesión económica e incluso más que el cambio climático- es la de la pérdida de biodiversidad”
“La pérdida de diversidad biológica va a costar billones de euros”
“En ecología hemos aprendido en los últimos 15 años a hablar el idioma de los políticos y las empresas”
David Nogués-Bravo estudia la naturaleza hoy y en el pasado, para predecir cómo será dentro de 50 o 100 años. Como macroecólogo que investiga la distribución de especies a gran escala, asegura que sabiendo cómo eran antes las plantas y animales, y dónde estaban, se puede prever su respuesta a la actual crisis ambiental.
En el IV Seminario sobre Filosofía y Ciencia del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), organizado con la colaboración de la Fundación Banco Sabadell y dedicado a analizar las grandes amenazas para la sociedad a largo plazo, Nogués-Bravo ha puesto el énfasis en la pérdida de biodiversidad, que se acelera a un ritmo desbocado: “Perdemos especies entre mil y diez mil veces más rápido que el ritmo natural de extinción”, afirma. Pone una diapositiva con cuatro olas seguidas, cada una devorando a la anterior: a la covid-19, la ola más pequeña, le suceden la recesión económica y el cambio climático; la última, el tsunami, pone: “colapso de la biodiversidad”.
Pregunta. Usted investiga el pasado de la naturaleza para adelantarse a su futuro, ¿Cómo lo hace?
Respuesta. Nuestra investigación intenta predecir cómo será la naturaleza en el futuro, usando desde datos genéticos hasta imágenes de satélite y modelos matemáticos. Queremos entender dónde, cómo y cuándo podemos esperar impactos negativos para la naturaleza y para nosotros mismos. Por ejemplo, qué especies perderemos, cuándo y en qué partes del planeta, y qué implicará para nuestra sociedad. Tenemos que pensar que el aire limpio, el agua o el suelo nos los proporciona el mundo natural; son servicios que no tendremos si los ecosistemas dejan de funcionar.
P. ¿Cómo afecta la crisis ambiental a la salud humana?
R. Afecta de muchas formas, desde la vuelta de enfermedades que ya no teníamos en Europa hasta la contaminación de los alimentos que comemos. En Dinamarca hace más de 150 años que la malaria empezó a desaparecer. Pero ahora, con las temperaturas más cálidas en Europa, vemos que los mosquitos que transmiten esta enfermedad y otras, como el dengue, empiezan a tener poblaciones estables. Así que de nuevo puede haber malaria en Europa. Hace unos años se dio el primer caso de dengue autóctono en Europa, en Barcelona. El mosquito transmisor ahora sobrevive al invierno europeo.
P. ¿Cómo nos podemos preparar para esas nuevas situaciones?
R. Gracias a los datos y modelos disponibles podemos predecir que nuevas amenazas para la salud humana o la seguridad alimentaria son potencialmente posibles. Para empezar, podemos advertir a los dirigentes que dentro de 50 años, en Europa, es muy probable que enfermedades tropicales alcancen Europa.
P. ¿Se podría poner en marcha políticas preventivas desde ahora mismo?
R. Si sabes lo que puede pasar, cómo y dónde, puedes prepararte. Pero tenemos que ser conscientes de que el cambio climático implica riesgos para la salud humana. Si predecimos, por ejemplo, que en el Delta del Ebro es probable que en 30 años haya mosquitos con malaria, nuestro sistema de salud tendría que vigilar y tener preparada algún tipo de actuación. Ahora los modelos matemáticos nos dan la capacidad de predecir impactos, tanto en salud como en seguridad alimentaria, y esto ayuda a los gobernantes y a las empresas a estar preparados.
P. Participa en un encuentro en el CNIO sobre la visión a largo plazo. ¿Aprovechan los dirigentes el conocimiento acerca del futuro que proporciona la ciencia?
R. La Unión Europea financia proyectos de este tipo porque estratégicamente es importante saber qué va a pasar. Por ejemplo, si va a haber una plaga de insectos que acabe con los cultivos. Nosotros hacemos predicciones a 20 o 50 años, y hay veces que no todo el conocimiento que generamos acaba usándose. Pero en los últimos 15 años en ecología hemos aprendido a hablar el idioma de los políticos y las empresas, algo muy importante. Les trasladamos que la crisis ambiental supone un coste, económico, en vidas, en posibilidades estratégicas para un país.
P. ¿Los ecólogos han aprendido a transmitir su mensaje de forma que Gobiernos y empresas se impliquen?
R. Exacto, no se trata solo de proteger a la mariposa o al lince, sino que sabemos que la pérdida de diversidad biológica va a costar billones de euros. Y eso los políticos lo entienden. Se trata de poner valor económico y estratégico a los recursos ecológicos. Puede haber muchísimas medicinas por descubrir en plantas o en hongos, que pueden generar riqueza para un país y curar enfermedades en el futuro. Pero a lo mejor esas plantas desaparecen antes de que las encontremos y estudiemos.
P. ¿Cuál es el mayor riesgo para la salud de esta crisis ambiental que avanza?
R. Uno es el cambio en los usos del suelo. La deforestación de las selvas o el cambio de pastizales por cultivos. Cada vez que alteramos el medio ambiente, los animales y plantas que hay en él se mueven, se adaptan o se mueren. Las especies desplazan su hábitat en función del nuestro, de manera que algunas que nunca han estado en contacto entre sí ahora lo están. Eso facilita saltos nuevos de virus entre especies. Con el cambio climático estamos calentando y removiendo la sopa vírica a escala global.
P. ¿Es la covid-19 un ejemplo?
R. Sí. No se fabricó en un laboratorio, puede venir de un pangolín, de un murciélago… No lo sabemos, pero sabemos que los animales portan muchos virus. Y estamos invadiendo sus junglas, sus hábitats. Al hacerlo, nos exponemos a que esos virus pasen a nuestra especie. Esta es, posiblemente, una de las consecuencias principales de nuestro impacto sobre la naturaleza.
P. ¿El mensaje es que no debemos alterar la naturaleza?
R. No podemos modificar o destruir la naturaleza hasta el punto en el que nos exponemos nosotros mismos a efectos muy negativos. Somos una especie más en el sistema. La naturaleza funciona como un sistema de ordenadores en el que hay un servidor principal que hace que las demás máquinas funcionen. Hay especies que son como esos servidores. Si un día se cae el servidor de una empresa, todos los ordenadores dejan de funcionar. Con la naturaleza puede pasar lo mismo. Hay especies que, si desaparecen, el sistema puede colapsar.
P. ¿Cuál sería un ejemplo de especie “servidor”?
R. Algunas aves o insectos polinizan un gran número de tipos de plantas; no es lo mismo que desaparezcan esas aves, que otras que polinizan una única especie. Es lo que estamos empezando a entender: la naturaleza es como una red y hay especies que son clave. Aún no sabemos cuáles, pero sí sabemos que el declive no es lineal. Puede ser que el sistema se rompa porque desaparecen las especies que hacen de servidor.
Nogués-Bravo acaba la entrevista ilustrando el impacto de la crisis ambiental con una vivencia propia:
“Yo, durante mi tesis doctoral, estudiaba el cambio global en Lesoto, en África, donde la mortalidad infantil era un problema de primer orden. La razón era que en las montañas, donde vivía la mayoría de la población, con el cambio climático las tormentas se habían intensificado, la erosión del suelo aumentó y las vacas, principal fuente de sustento para las familias, se quedaron sin pastos. La crisis alimentaria repercutió en primer lugar en la salud de los niños”.